La tregua de tocar tierra por un rato
Te propongo una pausa porque los Mares de Ítaca pueden dejarnos exhaustas; un respiro breve para retomar el viaje.
En la última Carta te hablaba de la identidad. Hoy, sin embargo, echo el ancla por un momento; surcar los Mares de Ítaca exige también sus pausas. En ocasiones llegar a tierra, amarrar las naves y tenderse en la orilla es todo lo que necesitamos para recuperar el silencio y el aliento. El viaje se vuelve arduo cuando el agua es todo lo que alcanza la vista y encontrar un peñón donde sacudirte el mal de mar es nuestro único anhelo. No hablo de derivas ni de Ítacas por conquistar, no - hablo de una tregua. De ese instante en que tocar tierra es recordar que aún te perteneces. Recuperar el equilibrio, el pulso propio. Abandonar las mareas y saborear por un rato la quietud: esa existencia estática en la que, sin embargo, la mente y los dedos corren libres sobre el teclado, por ejemplo.
Quizá te estés preguntando de qué tregua hablo. Sólo trato de proponerme cumplir con mis propios espacios durante las inminentes vacaciones de verano. Éste es mi propósito personal a corto plazo. En Hannover, desde donde te escribo, vivimos entre puente y puente: jueves y viernes festivos que abrazan el fin de semana y lo arrastran perezosamente hasta el lunes y el martes… y eso, créeme, son muchos días todos juntos en casa. No sería tanto problema si no fuera porque el tiempo no ha acompañado y las lluvias - y este frío que desmiente junio en el hemisferio norte - hacen que nadie aquí tenga cuerpo para salir al parque, a correr, a trepar árboles… Déjame decirte que la casa parece empequeñecer por momentos. Y la habitación propia queda sitiada por casas improvisadas con mantas y sus cojines y circuitos para bólidos de tres ruedas.
Me eché a temblar al pensar que estos días eran apenas un simulacro de las vacaciones de verano. Porque, en medio de esta rutina implacable, esa pausa de la que te hablaba parece casi un lujo incompatible. ¿Cómo encontrar tiempo - tiempo real, consciente - para dedicarlo a ese proyecto personal que cada una guarda como un tesoro aplazado? Cada cual el suyo, según sus urgencias, sus prioridades.
Cuando esa idea que lleva tiempo rondando la cabeza - y otro tanto siendo postergada - empieza a exigir su lugar, ya no es un susurro: es un grito mudo que marca el ritmo de los días. Seguro que sabes de lo que hablo. Tal vez tú has logrado domarlo un poco, o incluso, en el mejor de los casos, dedicarle un rincón donde respirar y crecer…
Imagina marchar un par de días a un lugar lo suficientemente lejos como para que ni la culpabilidad ni esa maraña de trampas mentales te alcancen. Estoy segura de que todas hemos fantaseado con esa fuga casi invisible que se adivina tan reparadora. Si pudieras hacer tu maleta pequeña y abandonar por un momento los Mares de Ítaca, ¿dónde atracarías?



Esa tregua aspiracional se oculta en un faro. Y nos espera. Mientras navegamos podemos distinguirla allá a lo lejos; ella maneja las luces intermitentes y giratorias que alumbran nuestro mar a veces revuelto, otras manso. Así que sólo queda ir avanzando porque tarde o temprano la línea del horizonte ha de quebrarse. Entonces tocaré tierra, sólo por un rato: Ítaca sigue siendo mi destino.



Gracias Rocío🤗 qué ilusión tu mensaje. Que tengas una reparadora tregua entonces. ¡Espero verte pronto!
Qué maravilla de texto. Al leerlo me he sentido muy identificada contigo: a veces es necesario parar y reponer fuerzas para poder seguir el viaje. Cuando se lleva tantos años de maternidad sin darse una pausa de verdad... Nuestro espacio personal se diluye. Intentaré atracar en algún pequeño puerto este verano, aunque sea por unas horas. Te deseo también una feliz travesía estival ;)